Editorial Kier acaba de publicar una nueva edición del clásico ensayo de Édouard Schuré "Jesús y Jesús y los esenios". Mucho antes de que se descubrieran los Rollos del Mar Muerto, y en el marco de la irrupción de la Teosofía, los esenios estuvieron en el centro del debate en torno a un esoterismo judío "paleocristiano" con el que Jesús -y principalmente Juan el Bautista- podría haber estado vinculado. El valor excepcional de esta obra es que permite un acercamiento preciso al corazón de esta corriente espiritual que fue tan gravitante en ciertos círculos iniciáticos a principios del siglo XX. A continuación el texto con el que he querido introducir al lector en esta nueva edición.

Una breve introducción
Édouard Schuré (Estrasburgo, 1841 – París, 1929) fue un escritor y pensador conocido principalmente por sus obras esotéricas y su interés en las religiones antiguas. Su obra más famosa, Los Grandes Iniciados (Les Grands Initiés. Esquisse de l'histoire secrète des religions), publicado originalmente en 1889, lo consolidó como una figura importante dentro de los círculos esotéricos de la época. Esta obra fue publicada por Editorial Kier dividida en seis volúmenes de la colección Joyas Espirituales. El último título de la serie, que trata acerca de Jesús y de su relación con la secta judía de los esenios es el que nos ocupa en este caso.
En sus numerosos escritos, Schuré exploró una visión espiritual del mundo y buscó conectar las enseñanzas de Jesus –acorde con el movimiento espiritual impulsado por la Sociedad Teosófica–, con las de otros fundadores de grandes religiones. Aunque es más conocido por su trabajo en el ámbito esotérico, Schuré también fue poeta, dramaturgo, y crítico de arte. Hombre de gran cultura, estuvo fuertemente influenciado por la filosofía y la literatura alemana. Estableció una amistad personal con Richard Wagner, de cuya obra se convirtió en un especialista en Francia. De hecho, su fama se inició con la publicación de Le Drame Musical. Richard Wagner, son œuvre et son idée en 1875, un estudio en profundidad sobre el compositor y su música.
Seducido por el simbolismo wagneriano, hacia finales del siglo XIX, Schuré se interesó por la obra de Fabre d'Olivet, cuyos trabajos sobre los orígenes de la lengua hebrea y la Cábala ya habían captado la atención de Eliphas Levi y de toda una generación de místicos franceses que darían nacimiento a lo que actualmente conocemos como ocultismo. Inmerso en estos estudios, se reunió con Helena P. Blavatsky e ingresó en la Sociedad Teosófica, donde entabló una estrecha amistad con Rudolf Steiner y otros referentes de la teosofía. Esta relación con el ocultismo marcó una nueva etapa en su vida, llevándolo a explorar las enseñanzas de las antiguas religiones desde una perspectiva esotérica. La influencia de este movimiento se ve reflejada en sus escritos, en los que busca un conocimiento más profundo y universal detrás de las tradiciones religiosas. Sin embargo, a diferencia de otros ocultistas de su generación, Schuré no se conformó con la lectura y el análisis de fuentes bibliográficas, sino que emprendió un viaje a Asia Menor en un intento por comprender el escenario en el que habían nacido gran parte de las tradiciones que eran motivo de su estudio.
Un aspecto fascinante de la obra de Schuré es su viaje a Tierra Santa, que influyó significativamente en su percepción de los esenios y la vida de Jesús. En su diario de viaje, La Tierra Santa –también publicado por Editorial Kier–, narra su llegada al puerto de Jaffa y su desplazamiento a Jerusalén, Jericó, el desierto de Judea y otros lugares de Palestina, en aquel entonces bajo el dominio otomano y, precisamente, el escenario que vamos a transitar en las próximas páginas. Schuré describe las ciudades, la cultura árabe y los enclaves religiosos con la mirada de un burgués europeo de su tiempo, con prejuicios y sugestiones propias de la mentalidad occidental de finales del siglo XIX.

Este viaje no solo lo acercó a las realidades del Medio Oriente, sino que también influyó en su visión del judaísmo, el cristianismo y el islam. Schuré se sintió atraído por la cultura nómada de los árabes y quedó impresionado por el estado de los Santos Lugares cristianos, especialmente el Santo Sepulcro, donde percibió una permanente tensión entre las diferentes facciones cristianas. Si esa tensión entre cristianos ortodoxos y latinos aún puede ser observada por quien visita los grandes santuarios cristianos del Cercano Oriente, no resulta difícil imaginar la sorpresa de Schuré al comprobar que la unidad cristiana no se encontraba precisamente fortalecida en torno los grandes santuarios de la cristiandad.
Jerusalén hacia fines del siglo XIX
Durante su viaje a Jerusalén, Schuré cayó en lo que podríamos llamar "la tentación esoterista" del siglo XIX, proclive a la atracción por imaginar a los templarios como receptores de conocimientos secretos. En su descripción de las instalaciones bajo la Cúpula de la Roca –ubicada en la Explanada de las Mezquitas–, que alguna vez fueron sede de la Orden del Temple, Schuré se deja seducir por la idea de que los templarios recibieron revelaciones misteriosas de rabinos cabalistas y místicos sufíes. Esta perspectiva refleja la tendencia de muchos esoteristas de su época a conectar a los templarios y otras órdenes religiosas y caballerescas con una cadena de sabiduría oculta que remontaba a la antigüedad. Aun hoy se mantiene esta tendencia a relacionar a los templarios con un conocimiento oculto proveniente de judíos e islámicos. Un caso paradigmático de estas ideas se encuentra en las obras de Louis Charpentier.
Muy probablemente, el contacto con estos conflictos al interior del cristianismo, junto con una evidente sintonía con el mundo islámico, influyeron para que Schuré también se mostrara crítico del dogma trinitario, al cual culpaba de generar conflictos entre la religión cristiana y el libre pensamiento. Imaginaba que el islam tenía mayor potencial para conciliar ambos extremos, una visión que, más tarde, compartirían otros pensadores franceses como René Guénon. Esta crítica a la ortodoxia cristiana y su admiración por las culturas orientales influyó en su narrativa, especialmente al retratar a los esenios como custodios de un saber más amplio y profundo.
En este contexto, Schuré ofrece una versión de la vida de Jesús en una época en la que el conocimiento sobre los esenios era extremadamente limitado, ya que los Rollos del Mar Muerto, que más tarde ofrecerían una mirada directa sobre sus doctrinas y sus prácticas, no habían sido descubiertos. El autor se embarca en una interpretación de la vida de Jesús donde los esenios ocupan un lugar central, presentándolos como guardianes de un saber oculto y precursores de enseñanzas universales que influirían en el mensaje de Cristo. Esta narrativa ha resonado con los lectores que buscan en el cristianismo y el judaísmo antiguas doctrinas de sabiduría oculta. Sin embargo, hoy sabemos que las investigaciones históricas han arrojado luz sobre aspectos de los esenios que contrastan con la visión romántica y esotérica de Schuré.
En 1947, el hallazgo de los Rollos del Mar Muerto en Qumrán revolucionó la comprensión académica de los esenios. Estos manuscritos, atribuidos en su mayoría a esta comunidad, revelaron detalles sobre su vida, prácticas y creencias. La imagen que emerge de estos documentos es la de un grupo judío altamente devoto, con un fuerte sentido de la pureza ritual y un enfoque apocalíptico.
Los esenios, según los rollos, vivían en comunidades que practicaban la vida en común y se mantenían estrictamente separados de las prácticas religiosas del Templo de Jerusalén, que consideraban corruptas. Eran observantes meticulosos de la Ley judía, con una profunda expectativa mesiánica, y estaban comprometidos con un estilo de vida austero. No hay, sin embargo, ninguna mención explícita a una doctrina secreta o universal, ni tampoco a una relación directa con la vida de Jesús.

A la luz de estos hallazgos, las afirmaciones de Schuré en "Jesús y los Esenios" pueden parecer incompatibles con la imagen histórica que se ha construido de esta comunidad. La representación de los esenios como custodios de una sabiduría oculta y universal no se encuentra reflejada en los rollos, que más bien muestran un grupo enfocado en la observancia de la Ley y en la preparación para un inminente juicio divino. A pesar de esto, no podemos olvidar el contexto histórico y cultural en el que Schuré escribió su obra. Su perspectiva estaba en línea con las corrientes teosóficas de la época, que buscaban un conocimiento unificador de las religiones y un mensaje espiritual subyacente común. La idea de que los esenios pudieran haber tenido acceso a un conocimiento oculto o arcano es una hipótesis que ha permanecido vigente en muchas tradiciones esotéricas, aunque la evidencia arqueológica y textual actual no lo respalde directamente. Sin embargo, la ausencia de pruebas concretas no necesariamente implica la inexistencia de doctrinas más profundas dentro de la orden esenia. Cabe recordar que los manuscritos de Qumrán solo representan una porción del pensamiento esenio y no constituyen un registro exhaustivo de todas sus enseñanzas. Los textos revelan una comunidad con prácticas místicas, como los rituales de purificación, y una fuerte expectativa apocalíptica, lo que sugiere un nivel de espiritualidad que podría interpretarse como esotérico o reservado para iniciados.
En este sentido, algunas corrientes modernas sostienen que es posible que los esenios tuvieran un nivel de enseñanza interna más avanzado, quizás compartido solo entre un círculo selecto de miembros. Si bien esto es, por ahora, una especulación, la naturaleza reservada y comunitaria de los esenios deja espacio para la imaginación y la posibilidad de que ciertas enseñanzas no fueran plasmadas en los textos conocidos. Por otra parte, poco se sabe de las actividades que los esenios realizaban en algunos centros urbanos, especialmente en la propia Jerusalén, en donde ocupaban un barrio de los esenios. Es posible que unos 50 kohanim (sacerdotes) esenios vivieran en la esquina sudoeste de Jerusalén entre el 30 a. C. y el 70 d. C. cerca de la que se conocía como “Puerta de los esenios”. En todo caso, sabemos que los kohanim, en su mayoría célibes, respetaban leyes de pureza mucho más estrictas que las que seguían los sacerdotes del propio Templo de Jerusalén.
Por todo lo expuesto, Jesus y Jesús y los Esenios puede leerse hoy como un documento valioso que refleja la búsqueda espiritual de una época y un anhelo de encontrar en la figura de Jesús y en los esenios un mensaje universal. La versión de Schuré no debe ser vista como un relato histórico en el sentido moderno, sino como una interpretación teosófica que busca conectar las enseñanzas de Cristo con una tradición de sabiduría antigua. Aunque el contenido de su obra pueda entrar en conflicto con los datos arqueológicos recientes, el enfoque de Schuré invita a los lectores a explorar una perspectiva más amplia y simbólica sobre la vida de Jesús y la misión de los esenios. Su narrativa, al insistir en un conocimiento arcano y una filosofía universal, conecta con aquellos que buscan un sentido espiritual más profundo en la historia. Esa perspectiva alegórica queda expuesta en el propio texto cuando dice, a propósito del bautismo a manos de Juan que Jesús resume bajo esta forma, evidentemente simbólica, la antigua doctrina de la regeneración, ya conocida en los Misterios del Egipto. Renacer por el agua y por el espíritu, ser bautizado con agua y con fuego, marca dos grados de la iniciación, dos etapas del desarrollo interno y espiritual del hombre
En última instancia, la narrativa idealizada de Schuré nos lleva a una reflexión interesante: ¿Podría haber existido una dimensión esotérica en los esenios que permanece fuera del alcance de la historiografía moderna? Los manuscritos de Qumrán nos han dado una ventana invaluable a la vida y creencias de esta comunidad, pero no necesariamente explican toda su complejidad. Tal vez, como sucedió en muchas otras tradiciones espirituales, parte de su conocimiento se transmitió oralmente o quedó perdido en el tiempo.
Es importante destacar, ya al final de nuestra introducción, que para 1926 el libro había alcanzado 91 ediciones bajo el sello de Éditions Perrin, un éxito que sorprendió al propio Schuré, quien recordaba el 'silencio glacial' de la prensa en la primera edición de 1889 y la ira que provocó tanto en el ámbito académico como en la Iglesia.
Por todo lo expuesto, invito al lector a mantener una mente abierta. Aunque los hallazgos históricos contradigan algunos de los planteamientos de Schuré, su obra sigue siendo un valioso acercamiento a la espiritualidad. Más que buscar certezas, este texto nos impulsa a considerar los límites de nuestro conocimiento sobre las antiguas tradiciones espirituales y a reflexionar sobre la posibilidad de un saber que trasciende los registros escritos, pues, como señala el propio autor respecto al misterio que rodea a Jesús de Nazaret, ya sea realidad o símbolo, en ambos casos nos encontramos ante una verdad sublime
Comments