CRÓNICAS EN MINIATURA
El hallazgo del cofre de Mästermyr
En octubre de 1936, un granjero sueco llamado Hugo Kraft estaba arando un campo arrendado cuando, de pronto, la cuchilla golpeó con un objeto duro que hizo sobresaltar al animal que tiraba del arreo. Kraft pensó que se trataba de una piedra, pero pronto descubrió que el arado había desenterrado una antigua y robusta caja de madera de roble que no se había partido de milagro. Al observar más detenidamente cayó en la cuenta de que estaba llena de herramientas que, a juzgar por su estado, llevaban mucho tiempo enterradas. Fue el comienzo de un descubrimiento fascinante.
Kraft le había alquilado la parcela a otro sueco, llamado Emil Norrby, propietario de una tierra ganada a los terrenos cenagosos de Sproge, cerca de la ciudad de Hemse, en la isla de Gotland. Aquel páramo era conocido como el pantano de Mästermyr, otrora terrenos cenagosos, en donde mil años atrás había un lago llamado con el mismo nombre. La familia de Norrby junto con otros habitantes de Spronge habían drenado el pantano a principios del 1900 y ahora los querían convertir en tierras productivas.
Pronto intervino un grupo de arqueólogos que quedaron asombrados con la colección de herramientas que contenía aquella caja. Era un descubrimiento excepcional. En primer lugar, por el tamaño y el estado de conservación: 90 cm de largo, 26 cm de ancho y 24 cm de alto. El cofre de roble descubierto por Kraft había sobrevivido un milenio, ocultado a orillas del antiguo lago, vaya a saber por qué rara decisión de su dueño. Em segundo lugar su antigüedad, pues la investigación arrojó como fecha aproximada que se remontaba a fines del siglo XI, en plena era vikinga. No cabía dudas de que había pertenecido a un artesano profesional, tal vez un carpintero, un herrero o un masón, o tal vez un hombre versátil que manejaba una mezcla de oficios, todos ellos ligados a la construcción. Y lo más extraordinario, se trataba de la colección de herramientas medievales más grande y mejor conservada que se conociera hasta la fecha. Aún hoy lo sigue siendo.
Entre muchos otros elementos hallados en el interior de la caja podemos mencionar: tres candados y dos llaves, tres mazos, tres martillos, un martillo de bocha; un par de tenazas grandes de forja, cuatro yunques pequeños; herramientas para hacer clavos, un hacha grande y varias pequeñas; una sierra de mano, un cincel, una gubia y cuatro limas para madera, dos piedras de afilar, escofinas, tenazas y cinceles para piedra, punzones y una sierra para metales.
El descubrimiento fue absolutamente inusual porque, contrariamente a lo que se pudiera pensar, no es mucho lo que conocemos acerca de los artesanos y constructores de esa época. Poco sabemos del oficio de los herreros, de los carpinteros y de los albañiles del año mil. Desde luego, el oficio cambió a lo largo del milenio que duró la Edad Media. No tanto en las técnicas con las que se construían los muros o se extraía la piedra de la cantera. Señala Robert Fossier que no variaron mucho desde la Antigüedad hasta la Revolución industrial. Sin embargo, lo que sí cambió fue la tradición que se transmitía junto con el oficio y el entorno social en el que se desempeñaba el trabajador ligado a la construcción en madera y en piedra.
La mayoría de los historiadores cree que los constructores de la Alta Edad Media conservaron, en la medida que pudieron, las tradiciones propias de los collegia fabrorum romanos de la Antigüedad Tardía, tradiciones que mutaron hacia el siglo IX cuando se consolidó la cristianización de Europa y nació un arte netamente cristiano. Es recién a partir de los siglos X y XI –en la plenitud del arte románico– cuando podemos comenzar a hablar de constructores de catedrales, quienes, a diferencia de los constructores de la Alta Edad Media, ya poseen las características propias de la religión dominante. Georges Duby, por su parte, ubica el inicio de la época de las catedrales a principios del siglo XI, es decir, la época en la que habría vivido el dueño del cofre de Mästermyr. Las excavaciones arqueológicas en Gotland muestran que a principios del siglo XII, o posiblemente incluso antes, se construyó en la isla la primera iglesia de madera. Las herramientas halladas en Spronge son, sin dudas, una muestra de las que se utilizaron en la construcción de la iglesia de Stånga, la más antigua de la isla sueca.
Muy poco sabemos del contenido de las cajas de herramientas de aquellos hombres, salvo que las principales (macetas, puntas y cinceles), siguen siendo las mismas que actualmente usamos los artesanos de la piedra.
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