Pico della Mirandola o el incendio del alma
- Eduardo R. Callaey
- hace 4 días
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El célebre autor de las Conclusiones vivió, antes de su defensa ante Roma, un episodio que reveló la tensión entre la vita contemplativa y la vita activa: el intento de raptar a Margherita de’ Medici en Arezzo, símbolo del amor que desbordó la filosofía.

Como sabemos, el primero en intentar una cristianización metódica de la Kabbala fue el humanista y pensador italiano Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494). Pero, ¿qué más sabemos?
Sabemos que vivió poco —apenas treinta y un años— y que a los veintidós ya dominaba el griego, el hebreo, el árabe y el caldeo. Que accedió a los misterios de la Kabbala gracias a la mediación del enigmático Flavio Mitrídates, nombre bajo el cual se ocultaba el judío converso Guillermo de Moncada. Que se salvó más de una vez del cadalso o la cárcel por la protección de Lorenzo de Medici, mecenas y guardián de los espíritus inquietos de su tiempo.
Por encima de todo, sabemos que era un hombre audaz. Y tal vez a esa misma audacia —más que a sus ideas— deba su muerte, ocurrida bajo sospecha de envenenamiento.
Hay quienes sostienen —y yo me cuento entre ellos— que con el joven conde della Mirandola la Kabbala perdió su letra “K” para transformarse en Cábala: dejó de ser un secreto hebreo para convertirse en una aspiración universal del pensamiento.
Sería injusto afirmar que fue el primer cristiano en advertir, en aquellos laberintos de letras hebreas reservados al círculo de unos pocos sabios judíos, las huellas mismas de la Creación. Antes que él, el místico catalán Ramon Lull (1232-1316) había intentado traducir el conocimiento judío al lenguaje de la teología cristiana, movido por el afán de convertir, aunque sin despreciar su contenido místico.
Aun así, Pico, hay que reconocerlo, iría mucho más lejos. Habiendo leído textos como el Sefer Yetzirá y el Zohar, quiso demostrar que la Cábala confirmaba las verdades del cristianismo, en particular la Trinidad y la divinidad de Cristo. Su propósito no era polémico, sino reconciliador: unir las lenguas del misterio en una sola gramática de lo divino.
Sin embargo, aquel impulso reconciliador que lo animaba no se gestó en el aislamiento de un erudito, sino en el vértigo de una época. Italia era entonces un mosaico de repúblicas y señoríos donde el poder político y el saber convivían con la intriga. Florencia, bajo el gobierno de Lorenzo de Medici, era el centro luminoso de ese mundo: cuna del neoplatonismo cristiano, refugio de artistas, poetas y filósofos. Allí, bajo la tutela de Marsilio Ficino, Pico participaba de un círculo que soñaba con unir la razón de Aristóteles, el alma de Platón y la fe de los Padres de la Iglesia.
Pero el año 1486, que debía consagrarlo como filósofo, lo sorprendió también como protagonista de un escándalo. Camino a Roma, donde pensaba defender sus Conclusiones filosóficas, cabalísticas y teológicas, se detuvo en Arezzo, en el pleno corazón de la Toscana. Allí se encontró a Margherita, esposa de Giuliano Mariotto de’ Medici, y el joven conde, arrebatado por una pasión temeraria, intentó fugarse con ella. El suceso —mitad romántico, mitad político— provocó la ira de la familia Medici, la persecución de las autoridades y una serie de cartas que aún hoy se conservan.
Según documentos de la época —cartas de Giuliano di Mariotto de’ Medici a Lorenzo “il Magnifico” y la célebre carta en latín de Pico a Andrea Corneo (publicada por primera vez en 1963)—, el joven humanista intentó raptar o fugarse con Margherita. La escena terminó en escándalo público: persecuciones a caballo, heridos, detenciones y la intervención de Lorenzo para evitar represalias mayores.
El suceso dividió a sus contemporáneos. Algunos cronistas lo presentan como un rapto violento; otros, como una fuga romántica consentida, impulsada por el amor y la temeridad. Marsilio Ficino trató de rehabilitarlo componiendo el breve texto en latín Apologus de raptu Margarite nymphe ab heroe Pico, donde transformó el episodio en una alegoría platónica del deseo que eleva al alma. Ficino —preocupado por la reputación de su discípulo— convertía así el escándalo en mito heroico: el sabio arrebatado por el amor, como un nuevo Paris o un Orfeo.
Los cronistas no se ponen de acuerdo sobre los hechos, pero coinciden en un punto esencial: la mujer no era una desconocida para el conde della Mirandola. Aldobrandino Guidoni, fiscal estense, escribió que Margherita había abandonado Arezzo “infogata de lo amore del conte” (presa del fuego amoroso del conde), y que ya lo amaba antes de su matrimonio. Todo indica, pues, que un amor previo —probablemente nacido en Florencia, bajo la mirada indulgente de Lorenzo el Magnífico— ardía en secreto entre ambos. La hermosura de Margherita, celebrada por sus contemporáneos, debió de impresionar al filósofo con la misma fuerza que las ideas platónicas que lo obsesionaban: el amor como ascenso hacia lo bello. Pero en Arezzo, esa pasión se volvió súbita, terrenal, peligrosa —la forma humana del fuego que consume tanto como ilumina.
Este “caso de Arezzo”, como lo llamaron los cronistas, señala el instante en que la vida de Pico se debate entre la pasión y la teología, entre Eros y Sophia. En el ambiente intelectual en que vivía Pico, influido por Platón, el Banquete y sobre todo por el neoplatonismo de Ficino, el amor no era un sentimiento, sino una forma de conocimiento. El eros era la fuerza que elevaba el alma desde la belleza sensible hacia la Belleza divina.
Ficino lo decía con claridad: “El amor es el deseo de lo bello, y lo bello es el resplandor de la verdad.” En ese contexto, ver a una mujer y quedar arrebatado no era una debilidad, sino una experiencia espiritual: el alma reconocía en la forma del otro un reflejo del orden superior del cosmos.
Así, el enamoramiento súbito de Pico puede entenderse como una epifanía estética, un desbordamiento de esa energía platónica que él mismo buscaba racionalizar en sus tesis. El “rapto” sería tanto un acto impulsivo como una metáfora del alma raptada por el esplendor.
Apenas unos meses más tarde, ya instalado en Florencia bajo la protección de los Medici, escribirá sus Conclusiones mágicas y cabalísticas: 900 tesis destinadas a reconciliar las tradiciones griega, hebrea y cristiana en una sola visión universal.
Notas
Giovanni Pico della Mirandola, Epistola ad Andream Corneum, 15 oct. 1486. Trad. y ed. de C. D’Amico y L. Zucchet, Revista de Filosofía y Teoría Política, 29 (2013), SciELO Argentina.
Marcello Del Piazzo, “Nuovi documenti sull’incidente aretino del Pico della Mirandola”, Rassegna degli Archivi di Stato, 23 (1963).
Marsilio Ficino, Apologus de raptu Margarite nymphe ab heroe Pico, en P. O. Kristeller (ed.), Supplementum Ficinianum, I (Florencia, 1937), pp. 307-309.
P. O. Kristeller, Renaissance Thought and Its Sources (Columbia UP, 1979); Eugenio Garin, Storia della Filosofia Italiana (Laterza, 1966).
Barenstein, J., & Fernández, D. A. (2013). Carta de Giovanni Pico della Mirandola a Andrea Corneo: el incidente de Arezzo y la elección entre vita activa y contemplativa. Universidad de Buenos Aires - CONICET. Recuperado de https://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1851-17242013000100001&script=sci_arttext




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