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La obra era un resumen de las acciones militares llevadas a cabo en Medio Oriente durante la primera guerra mundial. Se centra en el nacimiento del movimiento nacionalista árabe en el que Faisal y otros jerifes, con la debida ayuda británica, había derrotado a los turcos que, durante siglos fueron los feroces tiranos y verdugos de aquella región del mundo.
Fue recién en 2012 que mi amigo Daniel Echeverría -autor de La última oración- me regaló la bella edición de Los Siete Pilares de la Sabiduría, publicada por Libertarias y prologada por Jorge Arana –maestro del exordio, un arte a veces desvalorado, que merece leerse como si fuese una obra aparte– .
Es decir que debo mis conocimientos de la obra de Lawrence a dos amigos en actos separados por treinta años, hecha la salvedad de que en ese largo interregno no pude abstraerme a su libro sobre la influencia de las Cruzadas en la arquitectura militar europea, obra que comentaremos otro día y que es ajena al motivo de este artículo.
A diferencia de La Rebelión de los Árabes, Los Siete Pilares me encontraron sosegado y reflexivo en la plenitud de mi pasión por Medio Oriente, y sus páginas se revelaron como un sistema capaz de ordenar numerosos cabos sueltos que se habían acumulado en mi memoria con el correr de los años.
Pero como soy un hombre que cree que nada está librado al azar en este mundo, y que Dios prepara el camino para la felicidad y la desgracia, no pude menos que preguntarme entonces por qué mi amigo Daniel me hacía llegar ese libro el día de mi cumpleaños número 54.
Encontré la respuesta en la mañana del 22 de noviembre de 2014. Había llegado al desierto del Wadi Rum –como parte del contigente de la Fundación TESA– desde el norte, descendiendo de Amán hacia las aguas azules del Golfo de Aqaba, por los antiguos reinos bíblicos de Amon, Moab y Edom siguiendo la ruta de los nabateos que atraviesa Petra, la ciudad de los muertos. Todavía se sentía el frío cuando entramos en el parking del Centro de Visitas, enclavado en una planicie de arenisca y granito, conformado por un cuadrilongo de galerías con comercios que venden fruslerías y en donde hay instalaciones sanitarias para los turistas.
Hacía cuatro días que vivíamos bajo el cielo increíblemente celeste de Jordania. Íbamos hacia el sur con el desierto infinito a la izquierda y las moles de basalto y granito que conforman la cadena montañosa que marca la frontera occidental del país de Abdulla a la derecha.
Al llegar a Wadi Rum, frente a nosotros, dominando el horizonte del centro de turismo, vi una brutal formación rocosa que se eleva sobre la arena roja a modo de inmensas columnas agrupadas en un macizo de belleza inigualable. El guía que nos acompañaba en ese tramo del viaje –un colombiano hijo de palestinos, si mal no recuerdo– se me acercó y susurró mirando a la montaña: Allí lo tienes; Los Siete Pilares de la Sabiduría.
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UNMUY GRANDE ABRAZO AL AMIGO Y HERMANO, SINCERAMENTE(TAF)
Mario Coen